Pascua viene de una palabra hebrea que significa paso. El paso de Dios para liberar a los hombres de la esclavitud del pecado, del demonio y de la muerte.
Pascua viene de una palabra hebrea que significa paso. El paso de Dios para liberar a los hombres de la esclavitud del pecado, del demonio y de la muerte.
El encuentro de la mañana del domingo de Resurrección. Cuando le cambian el manto a la Virgen, el de color negro por el blanco y sueltan palomas blancas en el cielo de Benavente» así expresaba un alumno del Colegio Peñacorada (León) cuál es su momento preferido de la Semana Santa. El encuentro de la imagen de la Madre de Jesús con la imagen de su Hijo resucitado. Después del dolor por los padecimientos y la muerte de Jesús, a los que ella se unió diciendo sí al plan de nuestra salvación. Después de la espera de fe, el cumplimiento de las promesas de Dios, de su Hijo en cuanto hombre: ¡Jesús resucita! Ha abierto, para quien quiera atravesarlas, las puertas de la amistad con Dios, nos quiere llevar con Él junto al Padre. Y para eso nos envía el Espíritu Santo.
El Domingo de Resurrección comienza en la Iglesia el tiempo de Pascua. Pascua viene de una palabra hebrea que significa paso. El paso de Dios para liberar a los hombres de la esclavitud del pecado, del demonio y de la muerte. De este paso era figura el paso de Dios para liberar a Israel de la esclavitud de Egipto. Durante cincuenta días celebramos que Dios ha cumplido sus promesas en Cristo, nos ha librado. Con Jesús, podemos morir al pecado y vivir una vida nueva, participando en su filiación.
Esta participación es algo que recibimos en nuestro Bautismo y que se alimenta y crece con la Comunión Eucarística. Por eso la Iglesia señala la Pascua como un tiempo muy adecuado para las Primeras Comuniones y pide a todos -con uno de los mandamientos de la Iglesia- prepararse para comulgar y recibir a Jesús en la Eucaristía al menos una vez durante estos cincuenta días. También se procura con especial dedicación llevar la Comunión a los enfermos.
Cincuenta días celebrados con alegría. El sacerdote celebra la Eucaristía revestido de blanco, el cirio pascual resplandece y entorno al altar hay abundancia de flores, la música suena con profusión en el templo ¡Aleluya! Es la exclamación de alegría, de alabanza que la Iglesia conserva directamente en hebreo. Alegría que se derrama desde Cristo, nuestra esperanza a todos los que quieran recibir su saludo “Paz a vosotros”, creer en Él, acoger su amor y con su ayuda ir amando de un modo nuevo -como Él nos ha amado-.
Un obispo de los primeros siglos decía que el tiempo de Pascua es como «un gran domingo». Domingo significa día del Señor, de Jesucristo, en el que ha vencido y nos muestra que puede cumplir sus promesas. Por eso, el mejor modo de celebrar la Pascua es poner todos los medios para celebrar la Eucaristía con nuestros hermanos cada domingo. Recorrer la Pascua escuchando a Jesús que nos habla con su Palabra en la Iglesia, y hace presente su entrega de amor en el Calvario sobre el altar. Y, si estamos en gracia de Dios, con el corazón libre de pecado grave, comulgar. Vivir los cincuenta días como al principio de la Iglesia, reunidos en oración con los Apóstoles, las santas mujeres y especialmente con María, la Madre de Jesús. Así culminaremos esos cincuenta días de mayor encuentro con Jesús y de espera del Espíritu Santo -el Amor del Padre y del Hijo-, el domingo de Pentecostés.