El médico, epidemiólogo, catedrático de Salud Pública y profesor en la Facultad de Medicina de la Universidad de Navarra, ofreció ayer una conferencia en León, invitado por el colegio Peñacorada, en la que abordó la crisis de salud mental en la juventud relacionados con las pantallas, la revolución sexual global «especialmente por la pornografía y las agresiones sexuales y las manadas».
Miguel Ángel Martínez González presentó en León su libro Salmones, hormonas y pantallas en el que aborda «este ambiente adverso para muchos jóvenes, que son los salmones, que nadan contra corriente».
—Es fácil decir que hay que nadar a contracorriente cuando todo lo demás va en otra dirección.
—No, fácil no es, pero hay más salmones de lo que parece.
—¿Cómo pueden actuar estos ‘salmones’ para influir en algo tan poco probable como es un mundo tecnológico en el que no todo el mundo tiene las mismas herramientas?
—Tiene que ver con rodearse de un buen armamentismo intelectual. El libro no está escrito para académicos, es para divulgación y cuanto más se lea, mejor. Hay jóvenes que sí leen y eso es fundamental. El entorno familiar también es importante. Yo hablo de esos padres que no son autoritarios, pero sí tienen autoridad moral, porque dan buen ejemplo, y porque tienen empatía a la vez que saben ejercitar su autoridad. Creo que cada ‘salmón’ debe crear a su alrededor un ambiente que le favorezca, no conformarse con ser un gregario, esa pequeña ovejita que sigue al rebaño y hace lo que todos hacen sin planteárselo.
—¿Se refiere a que hay que leer fuera de lo que se publica en las redes?
—Sí, sí, claro, leer libros
—¿Cree que las redes sociales restan tiempo a la lectura y el desarrollo intelectual?
—Se lee muy poco
—Y lo que se lee en las redes no todo está contrastado ni es fiable.
—La juventud lo tiene muy difícil. Los algoritmos están muy bien pensados y diseñados y se alimentan de lo que tienen mil millones de usuarios en la red. Es muy difícil que un chaval compita con ese algoritmo y entonces se produce esa polarización, ese ir ofreciendo contenidos que le van enganchando. Detrás hay una maniobra comercial. Cuando uno sigue las redes del dinero se da cuenta de que lo están manipulando. Hay muchos chavales que ya se están dando cuenta, por eso digo que hay más salmones de lo que parece, que reaccionan. El último capítulo del libro lo dedico extensamente a todo esto, a cómo fomentar y crear la ‘revolución de los salmones’.
—¿Cree que las familias no tienen suficientes recursos tecnológicos para ejercer esa autoridad y limitar el uso de la tecnología?
—Efectivamente. Y es fácil que caigan en el derrotismo, en pensar que no hay nada que hacer, que no entienden de este mundo. Pero, a la vez, cada vez son más los padres que se están movilizando, como los 60.000 de Cataluña que se unen para quitar las pantallas de los colegios durante las horas lectivas. Yo, con mis alumnos de la Universidad de Navarra, llego a un acuerdo amistoso donde pacto la estrategia de desarrollo de las clases, y todo eso tiene un precio y es que nunca se usará ningún teléfono móvil en clase. Llegamos a un acuerdo, lo aceptan todos y lo votamos. A mí ese pacto me supone un extra de trabajo y en el momento en que veo a alguien que está usando un teléfono móvil le pido por favor, aunque me cuesta mucho y lo paso mal, que se vaya de clase. Esto mismo se puede hacer en las familias y creo que hay más oportunidades de intervención de las que parece.
En el capítulo 12 del libro hablo del movimiento de la rosa blanca que hubo en la Alemania nazi cuando los jóvenes le plantaron cara a Hitler. Los jóvenes tienen una rebeldía intrínseca que se puede aplicar frente a esta manipulación brutal. Las grandes empresas de pornografía online están explotando a los jóvenes. Aplican el mismo principio que con el tabaco, el alcohol y las drogas, que es cógelos a los trece años y ya los tienen para toda la vida como clientes. Esto es lo que están aplicando ahora, por eso voy de un colegio a otro hablando de todo esto y por eso quiero que se difunda mucho el libro. Con el libro no gano dinero como derechos de autor, que lo destino a investigación de salud pública.
—¿Por qué se decidió a escribir el libro?
—Porque el problema lo detectas por todas partes, te lo cuentan los padres, la literatura científica, lo ves en los alumnos. Algunos tienen una cara de sueño y cuando les preguntas te dicen que han estado hasta las seis de la mañana enganchados al teléfono móvil viendo las redes sociales.
—El Gobierno ha anunciado una ‘app’ para evitar el acceso de los menores a la pornografía. Usted habla en el libro de revolución sexual pornográfica. ¿Qué quiere decir?
—Se ha disparado la exposición a la pornografía desde muy jóvenes y la pornografía tiene un carácter adictivo que cada vez se requiera más dosis y que no sea suficiente con los estímulos habituales, y que llegue un momento en que el que veía con la luz de una cerilla ahora necesite una bomba para ver. Esto hace que los cerebros se transformen, no sólo desde el punto de vista funcional, sino que hay alteraciones que ya son estructurales morfológicas, o sea, que ya son de la propia estructura cerebral que se cambia con la adicción a la pornografía. No lo digo yo, lo dice la Fiscalía, el aumento de violaciones y agresiones sexuales que hay en España tiene mucho que ver con la adicción temprana a la pornografía.
Cuando ves las cifras de la exposición a pornografía de los adolescentes, que es tremendamente frecuente y cada vez se pide más y lo que yo llamo en el libro CIPO (Corporación Industrial de Pornografía Online), aunque presume de que no tiene contenidos violentos contra la mujer, esta lleno de contenidos violentos contra la mujer. Tiene pornografía infantil, porque ya no le hace efecto la pornografía convencional y busca cosas más extremas, más agresivas, aunque al principio resultan repugnantes. Hay una primera fase de adicción, una segunda fase de escalada, que necesita más contenidos, una tercera fase de desensibilización, que ya todo lo que parecía extremo y agresivo deja de verlo y piensan que todo eso es normal, y la cuarta fase es pasar a la acción, eso está muy descrito en los libros. Ya hay una segunda edición de un manual de 500 páginas sobre los trastornos de adicción sexuales.
Hay unas empresas de pornografía online que ganan miles de millones de euros al año para tener clientes adictos, que están captando cada vez clientes más jóvenes. Y al otro lado de la pantalla está el depredador. Hay muchos adultos que quieren tener relaciones sexuales con niños y chicas jóvenes, las agasajan hasta que consiguen una foto pornográfica y las chantajean. Todo esto es un absurdo que se ha provocado al dejar libre y abierto a todo el mundo el acceso a la pornografía y las redes sociales desde muy pequeños. Siempre he dicho que los padres inteligentes son los que le dan un teléfono tonto a su hijo. Lo mismo que para conducir hay que esperar a los 18 años, para esto hay que esperar a tener una madurez y pasar una serie de pruebas. No se le puede dar a los niños de 18 años un Ferrari para que se meta en una carretera llena de locos.
—Estar pendientes de las redes sociales las 24 horas del día ¿qué efectos cree que puede tener para la salud mental al confundir el mundo virtual con el real?
—El panorama es preocupante. Los estudios alertan del aumento de las autolesiones, intentos de suicidio, depresiones, trastornos de ansiedad, déficit de atención, anorexia…todo esto se está viendo como nunca antes. Cuando les preguntas a los que más lo han investigado te dicen sin pestañear que son las redes sociales y darles un teléfono móvil a los niños.
Todo esto surge desde el primer iphone en 2007, con conexión a internet. Se les dio a los niños, desgraciadamente.
—¿Qué solución propone, porque toda la sociedad está conectada?
— A los mayores también afecta, no en tanta medida. En una conferencia una señora levantó la mano y me dijo que hablaba mucho de los jóvenes, pero que ella era abuela y tenía un problema de adicción al móvil. Las herramientas son las de la salud pública, que siempre van en dos direcciones. Por una parte hay que tomar medidas individuales y educativas y hay que apoyarse mucho en la educación de las familias, que tienen que ejercer la autoridad moral, cultivar la empatía, escucharles. Y por otro lado hacer medidas estructurales. Estamos acostumbrados a que los gobiernos digan y digan pero luego nunca hacen, como con la prostitución. A ver si son capaces de enfrentarse con los intereses comerciales. Se requiere algo en profundidad, no de cara a la galería y con rendimiento político. Es como la educación, cada vez que llega un partido, en vez de ponerse de acuerdo, empiezan a tirarse los trastos unos a otros. Hay que intentar hacer un programa amplio, no sólo para la pornografía, sino para todo tipo de adicciones, como al juego, porque también hay muchos chavales jóvenes que tienen un problema con esto. Y hablar de la docencia, la enseñanza y el uso de los teléfonos móviles en los colegios. Ha habido autonomías que han tomado medidas, pero esto tiene que ser con carácter general.